La abuela se sentó en su vieja hamaca, con su mate en mano y una sonrisa que le permitía soñar… Quién diría que a su edad aún tenía sueños, quién diría que a su edad aún tenía ganas de crecer y continuar siendo ejemplo para sus hijos y nietos…Aunque ya no podía caminar bien y se perdía un poco, su imaginación era su mejor aliada y una fuente inagotable de historias, cuentos y relatos que le contaría a sus nietos y por qué no bisnietos también…El colectivo paró puntualmente frente a su casa, un niño dejó caer un dado por la ventanilla, ella intentó alcanzarlo pero no pudo y derramó el mate sobre su falda… El micro siguió su marcha y un globo aerostático comenzó a caer en medio de la calle, el mismo niño, al que se le había caído el dado, venía en él y trataba de alcanzarlo… La abuela se paró como pudo, se lo alcanzó y él la invitó a subir… ella no tuvo ni que pensarlo, le dijo que no podía ir con él aún porque tenía muchas historias más por contar… El niño sonrió y se fue en su globo…En la sala de visitas toda la familia estaba muy angustiada, no tenían noticias, no podían pasar a verla, hasta que se acercó el doctor con lágrimas en los ojos, pero sonriendo y les dijo que se quedaran tranquilos, que la abuela estaba bien, pidiendo mate y contándole a la enfermera sobre un niño sonriente que quiso buscarla en un globo aerostático y siempre con una sonrisa en sus labios… Porque si la imaginación es una buena aliada, la sonrisa lo es mucho más para curar y sanar…
