Esta vez mi abuelo y su perro Fito decidieron salir y visitarme en la ciudad, yo recién volvía del trabajo cuando alcancé a leer el mensaje de mi mamá Ana diciendo que ya no los aguantaba más y si se podían quedar unos días… Muchas chances de negarme no tenía…Al ratito no más tocaron la puerta de casa y allí estaban ellos, Fito con la lengua afuera reclamando agua y el abuelo con su bolsito, bastón y anteojos…
-Qué lindos tenerlos por aquí, hace mucho tiempo que no nos vemos abuelo!
– No te veo ningún orzuelo querido…
-Jaja no abuelo, siempre igual, ¿CUÁNDO TE VAS A COMPRAR LOS AUDÍFONOS?
– Hay querido… hasta yo sé que no hay ningún polígono…
– Está bien abu, te voy a preparar el cuarto para que leas como te gusta, mientras le voy a dar agua a Fito…
– ¿Todavía tenés el fitito?
Iban a ser unos días difíciles, encima Fito no aparecía… lo busqué por la cocina, el comedor, el patio… hasta que lo encontré en el cuarto que iba a prepararle al abuelo… y estaba invadido de hormigas rojas… Fito miraba muy atento la fila india que formaban por la pared….
– ¡Qué horror hormigas! Y ahora, ¿qué puedo hacer?
– Eso es amor…
– No abuelo, un horror, ¿cómo las sacamos? Son miles….
– No querido, eso es amor, falta de amor… estás muy solo y ellas lo saben, quieren llenar el vacío de esta casa…
Logré combatir las hormigas, el abuelo, Fito y yo pasamos unos lindos días… cuando se fueron las hormigas volvieron y me quedé pensando en lo que él me dijo… Pasaron unas semanas, conocí a una chica, fue como un flash, se vino a vivir conmigo y las hormigas desaparecieron… Entonces lo llamé…
– ¿Sabés algo abu? Tenías razón… – y me interrumpió…
– El corazón siempre tiene razón!
