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Víctor Legrotaglie: despedida, recuerdos y definiciones en primera persona

Este sábado 30 de marzo nos dejó Víctor Legrotaglie, tras el gran triunfo de Gimnasia y Esgrima sobre Colón de Santa Fe por 2-0 por la fecha 9 de la Primera Nacional.

El Víctor será eterno para el fútbol argentino. Porque su magia, fue más allá de la camiseta de Gimnasia. El Maestro es la bandera del fútbol mendocino. Sin discusión y se merecía una despedida a su altura. Es por ello que la ceremonia de velorio del ídolo del fútbol mendocino se realizó este domingo en el estadio de Gimnasia y Esgrima, el cual fue bautizado con su nombre: Víctor Antonio Legrotaglie.

Por lo tanto, los fanáticos del Lobo y todos los amantes del fútbol mendocino, tuvieron la posibilidad de decirle adiós por última vez. Las puertas del club Blanquinegro se abrieron a las 9 y una multitud acompañó al “Gran Maestro del fútbol de Mendoza”.

Al grito de “Olé olé olé oléVíctor Víctor”, los hinchas del Lobo se agruparon para rendirle homenaje como mejor saben, y lo cierto es que las canciones en honor a la leyenda no faltaron. Además, en esta ceremonia se hicieron presente viejas glorias del fútbol mendocino como Hardan Curi y Juan de Dios “La Bruja” Gonzalez, quienes recordaron al referente con anécdotas y sonrisas.

También estuvo presente Darío “Lechuga” Alaniz, quien se enteró de la noticia tras la victoria de su equipo: “A mi personalmente me sorprendió porque había mejorado, pero bueno, es la voluntad de Dios”. Además, pidió rezar por su alma y prometió que tanto él como sus dirigidos van a defender los colores de Gimnasia como los defendió él.

Otro de los que dijo presente fue el presidente de Gimnasia y Esgrima, Fernando Porretta, quien expresó: “Yo había generado una gran amistad con él y el dolor es muy grande. Particularmente siempre le agradecí en vida por todo lo que había hecho por Gimnasia y en todo momento quería estar con él”.

De hecho, este directivo fue el primero en colocarle una camiseta al féretro del Víctor y se lamentó por no haber podido regalarle al ídolo, el tan ansiado ascenso a la Primera División del fútbol argentino: “Aparte de lo que jugaba, como persona era un distinto. Generé una amistad y el cariño siempre estaba. La verdad que tengo muchas anécdotas lindas, pero estoy amargada por no haber logrado estar en Primera con él en vida y es una de las cosas que uno se achaca”.

Por su parte, la hija del prócer mensana, Carina Legrotaglie, explicó el motivo de la elección del recinto del Parque, para la despedida de su padre: “Se hizo este velorio en la cancha porque así lo habría querido mi papá. Que lo despidieran festejando y con una sonrisa. Mas aun con una victoria que esperemos que sigan para que Gimnasia se campeón”.

Finalmente a las 12:00, el cuerpo de Victor Legrotaglie fue trasladado, con amplia presencia de amigos, familiares e hinchas, con rumbo hacia el Parque de Descanso de Guaymallén, donde sus restos serán cremados.

Legrotaglie en primera persona

El Víctor, como se lo conoce popularmente, es la gran gloria del fútbol mendocino. Los más pibes retrucarán con nombres como los del Pity Martínez, Enzo Pérez o los hermanos Funes Mori, pero quienes pudieron verlo en cancha no dudan en señalarlo a él.

Fue dueño de una zurda deliciosa, un tirador de caños compulsivo, provocador e insolente con el balón. Recorrió toda su trayectoria y anecdotario, incluyendo las ofertas del Real Madrid e Inter de Milán que rechazó, el amistoso que jugó contra el Santos de Pelé y su estrecha relación con Nicolino Locche. ¿Más? Cuenta con un récord que seguramente Lionel Messi no pueda batir: registró 12 goles olímpicos.

«¿Que por qué me dicen Patón? Es que calzo 42 y mirá el lomo que tengo. Era para que la pelota agarrara un buen chanfle. Y el apodo Calzoncillo me lo pusieron cuando se enteraron de que no usaba ropa interior para jugar. Y tampoco cuando usaba traje… Se me hacía más cómodo, era una costumbre».

A los 17 años debutó en la primera de Gimnasia y Esgrima, convirtiéndose rápidamente en uno de los futbolistas más destacados. Integró una recordada formación a la que llamaban Los Compadres, que contaba con el Bolita Sosa, el Polaco Torres y el Cachorro Aceituno como bastiones. Legrotaglie era el director de orquesta de esa escuadra que, según cuentan, tenía el tiki-tiki del Barcelona de Josep Guardiola.

Relatan los hinchas más fanáticos del Lobo que estuvieron presentes en cancha de Godoy Cruz en marzo del 64, el día del amistoso del Tomba contra el Santos de Pelé, que los brasileños no podían creer -ni detener- las combinaciones de El Víctor, quien había sido cedido para la ocasión, junto con Aliendro. Los visitantes se llevaron un 3-2 ajustado a favor y O Rei le echó el ojo al número 8.

«Pelé es un tipo fenomenal. Quizá se pensó que nos iban a hacer cinco goles pero nada que ver, fue muy parejo. El Negro es un jugador que no se puede comparar con nadie. Es preferible decir que fue un genio y no compararlo con Maradona y Messi. Son todos iguales», opina el Patón. Y se da el autopase para aportar detalles de su negativa rotunda al Cosmos en el que militaban Pelé y Beckenbauer.

El equipo norteamericano no fue el único que quiso llevárselo: «Me buscaron de todas partes. River, Boca, Inter de Milán y el Real Madrid, que vino con su presidente a decirme que tenía todo arreglado. Yo nunca me quise ir de acá, ganaba mucha guita y tenía todo, incluso a mi novia de los 11 años. No podía despegarme. De Gimnasia no me iba ni aunque me ofrecieran lo que quisiera». En los años 60 y 70, Legrotaglie era una de las grandes celebridades y se daba algunos gustos nocturnos. Según él, «había que disfrutarla también».

Y un integrante de su barra, vecino de su Las Heras natal, era el boxeador Nicolino Locche. Al Intocable no le gustaba el fútbol pero se rendía ante los firuletes de El Víctor. «Éramos amigos de muchos años. Yo también lo fui a ver a todos lados, incluso entrenaba y guanteaba con él. Era algo espectacular… ¿Sabés cómo me dejaba la cara? Y eso que apenas me tocaba«, reconoce. Hasta llegó a viajar a Buenos Aires, Córdoba y otras provincias para observarlo arriba del ring.

Cuando daba sus primeros pasos, realizó una prueba en Independiente de Avellaneda, club del que se hizo hincha por su estilo futbolístico y paladar negro. Jugar en el Rojo quedó como cuenta pendiente, aunque en el momento en que le advirtieron que iba empezar en Reserva, armó las valijas y se volvió a Mendoza sin titubear. El único equipo porteño que consiguió convencerlo fue Chacarita, por medio de un préstamo con una alta opción de compra. A través de sus ojos, refleja su memoria: «Fue lo máximo, tan lindo… Increíble. Los hinchas me han llevado en andas. Pero extrañaba mucho y regresé».

Con el que Messi le convirtió al Liverpool en la ida de las semifinales de la Champions League, acumula 47 goles de tiro libre. Legrotaglie le lleva una buena diferencia: marcó 66 de esa forma. El mendocino tiene la misma cantidad que el brasileño Ronaldinho, uno más que el inglés David Beckham (65) y cuatro más que Maradona (62). Solo es superado por el brasileño Juninho Pernambucano (77) y Pelé (70).

«A los referí les decía ‘tranquilo, vos contá los pasos de la barrera que este te lo dedico a vos’. Los jodía, era piola. Y después la enchufaba», saca pecho el zurdo, que afirma que disfrutaba más tirando caños que haciendo goles. Tenía debilidad por la estética.

La comba de su disparo era una daga al corazón del arco del oponente. No por nada también ostenta el récord de 12 goles olímpicos, marca que en Gimnasia buscan homologar oficialmente a través de la FIFA. «Ojalá esos goles sirvan para siempre. Messi hace de todas las formas posibles y tiene muchos récords, que este me lo deje a mí», le implora de Mendoza a Barcelona.

El cemento de las tribunas del estadio Víctor Antonio Legrotaglie fue testigo u oyó alguna vez alguna de sus historias que se transformarán en leyendas. Como la tarde en Tucumán en la que los hinchas de San Martín le tiraban naranjas y él empezó a bajarlas de pecho y devolverlas con el taco hasta cambiar insultos por aplausos. O como la noche en la que desafió a un compañero de equipo durante un partido de liga a darle un pelotazo a un fotógrafo que se ubicaba muy cerca del arco rival. O el baile que Gimnasia le pegó a San Lorenzo en el Viejo Gasómetro por el Nacional 71, con goleada 5-2 incluida, que llevó al árbitro a decirle en voz baja que no se iba a hacer responsable de las patadas que podían comenzar a volar.

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