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Cuentos Cuentos y Relatos

Saltar, agradecer y abrir la puerta para salir a jugar

Un niño que sólo quería ser un niño…

Nacho jugaba aburrido en el pequeño patio con un dado azul al que casi ya no se le veían las pintas blancas de los números, pero era el único recuerdo  que tenía de su mamá. Su abuelo fingía que tomaba mate del otro lado del patio, cuando en realidad lo vigilaba para que no escapara. Pero, ¿cómo podría? Ya lo había intentado tantas veces… siempre lo descubrían y después le pegaban una y otra vez… hasta que no sangraba el pobre niño su abuelo no se detenía y continuaba pegándole con el bastón…

Abuelo, abuelo porque era el padre de su madre, una madre tan ausente como un fantasma, sólo aparecía cuando necesitaba dinero para comprar droga o lo que consiguiera, pero el niño la amaba pese al abandono y su abuelo lo sabía… Nacho, más que un nieto era un rehén de ese hombre, que sólo lo utilizaba para hacer lo que él ya no podía, engañar, asustar con la vieja pistola que tenía y robar a cualquiera que se presentara frente a él…

El niño sólo quería saltar fuera de esa prisión, porque su casa era un verdadera celda en la cual muy poca veces podía comer decentemente o dormir un poco entre tanta mugre e insectos que habían en el lugar, mientras su abuelo comía a gusto y dormía como un verdadero rey en su cuarto con cama, televisión y hasta ventilador, todo un lujo para esa zona marginal en la que a duras penas vivían…

  • ¡Ya deja el dadito que tienes trabajo que hacer niño del infierno! – dijo el hombre desde el otro lado del patio, su nieto ni se inmutó.
  • ¡Que dejes el dadito y te prepares para trabajar! ¿O es que no quieres comer hoy? – el niño no se movió.
  • Pum! – se sintió fuerte y le dolió más su alma de niño que la cabeza…

Se levantó lo más rápido que pudo, buscó sus “herramientas de trabajo” y ya estaba listo para salir… Su abuelo le daba las últimas indicaciones mientras sacaba la llave escondida del candado que guardaba en una cadena que colgaba de su cuello… ¿cuántas veces habrá soñado el niño con quitarle esa llave? ¿Cuántas veces más lo habían golpeado hasta desmayarse por intentarlo?

La plaza de la ciudad era un lugar estratégico, Nacho ya había robado antes allí, era fácil y sencillo hacerlo mientras los niños jugaban y sus madres estaban distraídas conversando entre sí o cuidando a sus hijos. Pero ese día no era el mismo de otros, él no era el mismo… ver a esos chicos jugar libres y despreocupados hizo que Nacho se sintiera solo, amargado, triste, infeliz… las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos a sus mejillas sin que se diera cuenta casi.

  • Toma, límpiate la cara – le dijo una de las madres pasándole un pañuelo descartable.
  • Gracias – dijo el niño casi sin voz y al momento comenzó a llorar mucho más, no podía parar…

La mujer no pudo más que abrazarlo y contenerlo. Le preguntó que le pasaba, por su familia, pero él no podía hablar, la angustia y la rabia que sentía no lo dejaban emitir palabra alguna… pasaron varios minutos hasta que se tranquilizó y pudo aceptar la comida y bebida que le habían comprado.

Nacho se sentía humillado y tranquilo a la vez… La preocupación de la mujer, la comida, la bebida y sentirse limpio después de tanto tiempo hacían que pareciera un niño más, otro de los niños que jugaban libres y despreocupados  en la plaza. Sin embargo era hora de volver, volver a su prisión con su abuelo y tenía que llevarle algo para que no lo matara a bastonazos, o para que no le hiciera daño a su madre cuando volviera a buscar dinero.

Le agradeció por última vez a la mujer y se fue sin dar ningún tipo de explicaciones ni responder preguntas. Se fue hacia el estacionamiento, seguramente de algún auto podría robar algo. Por suerte para él uno de los que primero vio tenía un par de bolsos que podrían servirle de botín, sacó una barreta de su mochila, abrió fácilmente la puerta trasera…

  • ¡No lo hagas! – gritó la mujer que lo había ayudado y seguido para ver adónde iba.

Él sólo atinó a golpearla con la barreta, tomar los bolsos y salir corriendo sin mirar atrás, volvió a llorar de la vergüenza que tenía, pero tenía que regresar con su abuelo mal que le pesara… Sólo esperaba que la mujer no estuviera mal, trato de pegarle lo suficiente para escaparse, pero no hacerle daño.

Llegó a su casa, su abuelo lo esperaba impaciente y le dio un par de bastonazos solamente de bienvenida. Se alegró al ver el gran botín de su nieto, un par de notebooks y un celular no estaban nada mal. De premio a su nieto le dio un pedazo de pan duro y unas fetas de fiambre, y lo l mandó a dormir…

Acostado en el piso, acompañado de un par de arañas y alguna que otra hormiga que comía las sobras de su cena, Nacho repasaba todo lo que había pasado ese día y su vida allí encerrado… se fue quedando dormido… se despertó de pronto al oír gritos de su madre, primero pensó que se trataba de una nueva pesadilla, pero no, los gritos eran cada vez más fuertes…

Se levantó y vio por la ventana como se golpeaban entre su abuelo y ella, no lo dudó un segundo y fue a defenderla, tomó el termo que estaba en el patio y se lo tiró por la cabeza al hombre que se suponía tenía de cuidarlos y quererlos a los dos. Él cayó al piso desmayado y Nacho corrió a quitarle la llave del candado, su madre estaba drogada y no podía ni moverse así que la arrastró por el patio para salir juntos y dejar encerrado al hombre que les arruinó la vida.

Cuando estaban por llegar a la puerta, Don Manuel apareció de la nada y tomó a su hija de los pies, amenazó con matarla si no le devolvía la llave, Nacho estaba a punto de dársela….

  • No hijo, huye, sálvate mientras puedas, te mereces una vida mejor – alcanzó a decir su madre.

Había sacado fuerzas de sus entrañas y golpeaba a su padre con la silla del patio donde se sentaba a vigilar a su hijo. La verdad es que ella también vivía amenazada por su padre diciéndole que lo mataría si no dejaba que robara para él. Ella entonces había decidido dejarlos y drogarse para no ver lo que pasaba, pero siempre estaba cerca y volvía cada tanto con la excusa de buscar dinero.

Esa tarde ella estaba en la plaza, porque siempre cuidaba a su hijo aunque sea de lejos, vio todo lo que sucedió y hasta socorrió a la mujer que había ayudado a Nacho y él había golpeado. Le había contado toda la historia y la mujer decidió ayudarlos.

Mientras su madre golpeaba y luchaba contra su propio padre Nacho decidió huir para pedir ayuda, abrió el bendito candado y una luz lo encegueció, la policía entró rápidamente y se llevó al abuelo esposado, a su madre la llevaron a un centro de rehabilitación y la mujer de la plaza lo esperaba a él con los brazos abiertos para llevarlo un tiempo a su casa.

Pasaron unos meses, su mamá estaba a su lado gracias a las salidas de día del tratamiento que estaba haciendo y se divertían juntos con dados azules perfectamente pintados. Para Nacho  ahora abrir la puerta significaba salir a jugar, a estudiar y a conocer nuevos mundos, pero nunca más significaría salir a robar.

Fin.

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