Lo que pasó ese día fue algo inesperado, incluso, nunca había tenido el coraje de imaginar tener relaciones con un hombre en un lugar público como aquel, sin ningún tipo de conexión previa, pero el bronceado de él, junto con el reflejo del sol y del mar sobre su piel, hicieron que los 30 grados que hacían ese día subieran a unos 40 por su simple presencia en la playa.
Ese domingo playero, en una de las playas más lindas de Argentina, marcó un antes y después en mi vida, al poder cruzarme con aquel hombre de cabellos rubios. .. Yo estaba con un grupo de amigos, con los que estábamos de vacaciones y, a pesar de que nos divertíamos con música y unas cervezas, sentí que debía dejarlos por un rato y hablarle. Fue un impulso, aún sin saber si él había notado mi presencia hasta ese momento.
Al acercarme sentí su rico perfume, que a pesar de que ya había entrado al agua, aún mantenía ese aroma que me desconcertó y me impidió hablarle. El me sonrío, tomó mi mano y me preguntó si quería entrar en el mar con él. Mi cara, paralizada, un poco sonrojada por la situación sonrío y le dije que sí.
El día estaba casi llegando a su fin con la puesta del sol, y era el momento en que la mayoría se regresara a sus casas, tal vez para salir o simplemente para quedarse con amigos y familiares descansando. Sin embargo, para nosotros el día/noche estaba comenzando.
A pesar de que la noche se aproximaba, el agua estaba muy cálida, lo que nos permitió quedarnos por un tiempo allí, disfrutando de las intensas olas, junto con una buena conversación. Hablamos de todo, de la vida, de trabajo, de amores, de amigos, en fin, de muchas cosas. Nuestros amigos nos llamaron algunas veces para decirnos que se iban, sin embargo, optamos por quedarnos los dos solos, continuando la conversación.
Llegó el momento en el cual tocaba despedir al sol y quedarnos en las penumbras de la playa, que de a poco estaba quedando desierta. Fue justo cuando una ola nos acercó y casi me hizo caer, lo que hizo que el reaccionara y me sujetara para no caerme. Me abrazó y nos conectamos por un segundo, en el cual empezamos a besarnos, donde mi lengua seguía el ritmo del mar dentro de su boca y nuestros labios mezclaban el salado del agua con el dulzor del contacto.
El agua comenzó a refrescar, junto con un viento un poco más fuerte, que por unos instantes lo ignoramos, pues el beso estaba siendo simplemente delicioso, sin embargo, decidimos continuar con la conversación en la arena.
Ya con casi nada de gente en la playa a nuestra vista, nos acostamos y nos pusimos más cariñosos. Comenzando a besar no solo la boca, sino también el cuello y la nuca de uno y de otro, ya solamente con la luz de la luna como espectadora de nuestro intenso encuentro nocturno.
Volvimos a entrar al mar… no hace falta aclarar que nuestra tensión sexual aumentó permitiendo que nos sacáramos la poca ropa que teníamos con sutileza, junto con algunos besos por diferentes partes del cuerpo.
Fuimos corriendo hasta el mar, donde una ola nos tiró y caímos juntos al agua. A pesar del viento, no estábamos con frío y nos empezamos a besar, ya en contacto total de la piel de uno con el otro. Sentí su excitación y comencé a masturbarlo, mirándolo a los ojos de una forma que me hacía crear mil historias en mi cabeza.
Regresamos a donde estaban nuestras cosas en la arena y nos acostamos, para continuar besándonos, yo arriba de él, lo que le permitió descubrir que los besos en el cuello eran un punto sensible par mí, sin embargo, al acariciarme en el clítoris descubrió que estaba sintiendo mucho placer por la mordida de labios que le di.
Continuó acariciándome por varios minutos, donde cada bocanada de aire que emanaba era placer para sus oídos, mientras que iba sintiendo como sus dedos estaban empapados por mi excitación, cada vez con un flujo más y más intenso.
No faltó mucho para que estuviera casi al punto de llegar al orgasmo, sin embargo, le saqué su mano, de mi vagina y le chupé el dedo, me excitaba sentir mi propio gusto, lo que lo dejó aún más excitado a él. En un leve movimiento, me subí arriba de él y se acomodó para penetrarme.
Creo que no hay momento tan placentero como aquel en el cual dos cuerpos se encuentran en la penetración y ese intercambio de miradas representa el éxtasis de la pasión que siempre buscamos.
Me movía lentamente, pareciendo que lo hubiéramos practicado juntos durante años y en cada oscilación de mi cuerpo sentía como él estaba más adentro de mí…
Comenzó besarme los senos, sobre sus pezones, intercambiando uno con el otro, lo que me dejaba más excitada, tanto que estuve al punto de llegar al orgasmo, pero preferí cambiar de posición y sentirlo arriba mío.
Abrazados, continuamos en la penetración, de una forma un poco más rápida y excitante lo sentía muy dentro y llegué a gemir tanto placer…
Me tomó de la cabeza y me besó intensamente, acompañando con el movimiento de caderas y sintiendo nuestro sudor. Sin decirle nada empecé a morderle el labio y comenzó mi orgasmo al momento su excitación había llegado a su punto máximo también. Así con el reflejo de la luna sobre el mar, abrazados en la arena, recordaremos por siempre el mejor placer en la noche sexual más intensa de nuestras vidas.