Quiero Decir

Mi diario digital…

Si te gusta Quiero Decir

Invitame un café en cafecito.app
Locales Noticias

Imposible no emocionarse, «Milagro del Vino Nuevo» renovó el espíritu vendimial y trajo Reina Nacional desde Santa Rosa

La joven de 21 años estudia la carrera de Contador Público en la UNCuyo. Es la tercera vez que el departamento del Este logra una corona: antes 1986 con Estela San Sebastián y 2010 con la actual intendenta Flor Destéfanis. Como Virreina Nacional fue elegida Giuliana Pilot, de Maipú.

Natasha Sánchez, de Santa Rosa, es la nueva Reina Nacional de la Vendimia. La joven de 21 años fue coronada en el teatro griego Frank Romero Day, ante una multitud de mendocinos y turistas. Como Virreina fue elegida Giuliana Pilot, de Maipú. Antes del momento de la elección, los artistas habían dejado a un teatro fascinado con un show impecable, denominado “Milagro del vino nuevo».

La soberana recibió los atributos de manos de la reina ahora de mandato cumplido Mayra Tous, elegida en 2020 y extendida por la suspensión de la fiesta en su formato tradicional en 2021. Natasha Sánchez es la tercera corona nacional que se lleva Santa Rosa: antes Estela San Sebastián (1986) y la actual intendenta Flor Destéfanis (2010).

“Gracias a mi departamento, esto es de ustedes. Sin ustedes nada de esto hubiera sido posible. Estoy sumamente feliz, orgullosa de representar a Mendoza, la tierra del sol y del buen vino. ¡Feliz Vendimia, salud!”, declaró Natasha en el escenario tras ser coronada.

Milagro del Vino Nuevo

“Milagro del vino nuevo”, dirigida por Vilma Rúpolo y Federico Ortega, con guión de Arístides Vargas, es un apunte esperanzador hacia una forma renovada de recrear la historia de nuestra tradición vendimial hecha show.

Hubo en el pasado otras puestas que tuvieron la intención de terminar de una vez por todas con esa estática y rígida sucesión de cuadros con cronología incluida que es el show vendimial: el desierto, el huarpe, los inmigrantes, la Virgen de la Carrodilla, San Martín, los pueblos latinoamericanos, la modernidad de la industria del vino, y fin.

Hubo también intentos por darle impacto, belleza, momentos memorables a ese devenir inamovible de tópicos que hay que contar, sí o sí, en el espectáculo mayor de los mendocinos.

Finalmente parece que la pandemia no solo cambió al mundo sino también le permitió el “clic” interno y creativo a la dupla Rúpolo/Vargas, que ahora sumó un elemento en nada menor a la ecuación: Federico Ortega Oliveras como director (que ha hecho maravillas contemporáneas con sus puestas operísticas junto a Violetta Club, como “Dido & Eneas” y “Membra”).

Finalmente, decimos, “Milagro del vino nuevo” comenzó a marcar el camino hacia una nueva forma de ese relato vendimial, que se abre como un campo fértil para explorar. Y, al menos en esta puesta, la jugada es a partir del poder ritual del teatro y la metatextualidad: todos los apuntes de cada año están presentes, pero engarzados de modo tal que no se vuelven discurso de primer plano sino parte del conjunto de lo que se narra en imágenes, palabras y sonidos.

Para ello Vargas hizo un trabajo más estructural que poético en su guion: pocas y bellas palabras que van engarzando esa idea global que rige al libreto de este espectáculo.

“Hay dos tipos de unión o enlaces entre cuadro y cuadro que conforman el guion. Están basados en los conceptos de transformación y armonía que mantienen en equilibrio a la naturaleza: el agua da vida a la tierra, la tierra se transforma en viña, la viña en uva, la uva en vino. Cada estado de este devenir tiene su propia voz que, desde nuestra mirada, da lugar a lazos y uniones más profundas, que son las voces de actrices y actores que le dan vida a cada uno de esos estados”, explica la sinopsis. Y así es como se entiende y aquí está la clave del gran cambio.

Son los elementos naturales, principalmente el agua, los que toman el protagonismo en esta trama de doce cuadros para incluir en ellos a San Martín, los huarpes, los inmigrantes… y etcétera. ¡Al fin encontramos que el agua es el campo semántico identitario que nos permite nuclearlo todo!
Y hay, desde la puesta en escena, una solución originalísima y tan bien lograda que permite “el milagro” del que habla el espectáculo: el audiovisual, que este año dirige Matías Rojo y que los puestistas han probado como material escenográfico y no relleno visual efectista o didáctico.


El audiovisual, en el centro del escenario, se vuelve pulpería, primeros planos de lo gustoso que es bailar una cueca, memoria sobre las gestas heroicas, otoño dorado y único.

Las visuales no solo toman este tenor teatral sino que nos entregan lujos que, puede que antes estuvieran, pero ahora se realzan con las técnicas de la animación (las obras de José Bermúdez y Juan Scalco son delicias), el 3D, las imágenes de archivo y la filmación de índole cinematográfica.

Pero claro todo riesgo, prueba y experimentación que se lanza con osadía al primer intento tiene sus problemas. Y en “Milagro del vino nuevo”, los hay. El principal es que en esta idea de construir un macrorelato que involucra los tópicos, varios cuadros sevuelven demasiado largos y otros no terminan de cuajar en su idea conceptual sobre el escenario.

Hay momentos en esta fiesta que son inolvidables y su obertura, en puro rojo, con esa atmósfera de paraíso pagano al que llega el hombre, es uno de ellos. Pero hay otros, el del patio cuyano, las danzas de los pueblos latinoamericanos o del vino nuevo, en los que las coreografías desoyen la premisa del “menos es más” y se asientan en una sensación tumultuosa que le entrega a la puesta un ritmo uniforme, sin notaciones específicas.


Otros momentos, como el del tango o el de los flamencos, se vuelven poesía pura en movimiento.
Así como las visuales son el gran hallazgo narrativo en esta fiesta, el realismo de los objetos de utilería menor y mayor (Damián Belot) suman belleza y precisión a esta idea de asentarse en lo ritual de la teatralidad. Y permiten, claro, que los actores principales (Adrián Sorrentino, Aníbal Villa y Rodrigo Galdeano) se luzcan y le den a los momentos la expresividad que precisa.

“Milagro del vino nuevo” es, aún con estos apuntes, una fiesta para celebrar. Una fiesta a la que tomar como punto de partida hacia otros horizontes más modernos e interesantes. Una fiesta que (aunque el espectador no lo experimente de manera tan evidente) corrió riesgos, encontró un camino y evitó ser efectista.

DEJA UNA RESPUESTA

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Facebook
Instagram