En una noche fría, abrigados al calor de las brasas, nuestros cuerpos se encuentran una vez más, se reconocen a la luz de las velas. Caen una a una, como capas, las prendas que nos alejan del afuera y nos acercan uno al otro. Y sentimos nuestra piel, entre abrazos y caricias que esperamos sean eternas.
En nuestra piel están condensados todos los sabores, todos los olores, que día a día enriquecemos con nuestra química que se funde cuando nuestras bocas se hunden en nuestros cuerpos, en nuestros espacios, en nuestros rincones. Donde no dejamos que nadie más llegue, porque son nuestros, es nuestra piel y sabemos saborearla y disfrutarla como nadie más puede hacerlo.
En un momento que también es sólo nuestro, nos hacemos uno, uno dentro del otro, no importa nada más. Sólo vos y yo sabemos lo que nos gusta y descubrimos nuevos horizontes juntos que nos llevan más allá, si es que es posible un más allá en nuestro amor y nuestra satisfacción mutua.
En un clímax único y total somos uno, somos dos y disfrutamos por cientos. En nuestra piel tatuamos por siempre tanto deseo, tanta sensualidad, tanto amor …
En una noche fría, dormimos desnudos, piel a piel… esperando que sea una noche eterna, soñando con la próxima noche, con nuestra piel encontrándose una vez más y para siempre al calor de nuestra pasión.