San Martín tuvo muchos ahijados, y a su vez fue padrino de varios casamientos. Las familias cuyanas se sentían honradas manifestando que tenían a San Martín entre sus vínculos filiales. Era un alto honor distintivo que el General aceptará apadrinar al miembro de esa familia. Los poseedores de esa consideración “compadreaban” socialmente diciendo a cuatro vientos: ¡Somos parientes de José de San Martín! Por ese tiempo, ser apenas conocido de San Martín ya era un halago. Imaginemos, tenerlo como integrante de la familia, lo qué habrá generado en propios y extraños.
Sin embargo, al Libertador le tocó elegir una sola vez. Y fue cuando nació el 24 de agosto de 1816 su única hija, Merceditas. En esa exclusiva oportunidad, eligió a José Antonio Álvarez Condarco.
“Condarco, el compadre”, como lo trataba San Martín, era tucumano. Había nacido en San Miguel de Tucumán en 1780. Comenzó sus pasos como integrante de la logia Lautaro en una especie de filial norteña que había fundado José “la víbora” Moldes en Tucumán. Desde ahí se trasladará a Buenos Aires y una vez consagrados los primeros gobiernos patrios en las Provincias Unidas del Río de la Plata fue comisionado a Chile, consiguiendo una alianza política y militar entre los independentistas de ambos países. Luego se trasladó a Lima, donde no existía un movimiento revolucionario análogo a los del Río de la Plata y Chile. En Perú fue arrestado en varias oportunidades por los realistas, pero logró escapar regresando a Córdoba.
Era un especialista en explosivos y artillería. Comentaban los sabedores de esas cuestiones que fabricaba mejor pólvora que la que poseían los ejércitos españoles. Tal reconocimiento le valió a Condarco ser nombrado como Director de la Fábrica de Pólvora de Córdoba que recientemente se había fundado. Pero también era un extraordinario topógrafo y eximio dibujante. Será Gregorio de Las Heras quien lo recomendará a San Martín considerarlo en la futura gesta emancipadora. “Tenga en cuenta a un tal Condarco”, fueron palabras de Las Heras.
El hombre de confianza
Al muy poco tiempo de estar en Mendoza, Álvarez Condarco se convertirá en una persona de máxima confianza para San Martín. Además de compadre, el Libertador lo nombrará su secretario privado y su “ayudante de campo” en las batallas.
Muy común era verlo siempre a la par de San Martín. Fue designado Director del Polvorín en el Campo de Instrucción del Ejército en Mendoza (El Plumerillo), que él mismo había diseñado. Será también Condarco quien llevará adelante una misión confidencial con el Director Supremo, Pueyrredón, en Buenos Aires para pedir dinero, armas, uniformes y comentar detalles reservados del plan continental sanmartiniano. Pero además avanzada la campaña, y ya en Chile, fue quien viajó a Londres a comprar embarcaciones para la expedición que partiría a buscar la independencia de Perú.
Condarco de leyenda
Tan obediente, fiel y buen subordinado era José Antonio que, cuenta la leyenda, un día José de San Martín le pidió que colocara en la puerta del polvorín a hombres de extrema confianza para prohibir el ingreso a toda persona que no tuviera autorización y que además no viniera con el calzado adecuado. Había que estar registrado con el permiso pertinente, pero además venir de alpargatas. Nada de entrar con botas y espuelas porque al raspar la suela del tamango, con la pólvora desperdigada involuntariamente en el piso, cualquier chispa podía causar un desastre. Tan celoso de su misión era Condarco, y al no confiar en nadie, que se puso (él en persona) como centinela. Pero un día San Martín quiso entrar al polvorín. Y Condarco le negó el ingreso. “Disculpe, Mi General, Usted no está vestido como se me ha solicitado para dejar pasar a los soldados. No me comprometa. Usted viene de botas”, le habría manifestado. San Martín insistió, pero Condarco se mantuvo firme en su postura. Al otro día, San Martín lo reconoció ante todo el ejército en honor a su obediencia.
La memoria de la historia y su rol de agente secreto
A fines de 1816 San Martín lo envió a Chile con el encargo aparente de llevar cartas al gobernador realista Casimiro Marcó del Pont. Lo que San Martín quería, en realidad, era que la prodigiosa memoria visual de Álvarez Condarco retuviera los accidentes geográficos de la cordillera para marcar luego el camino del ejército. Partió por el Paso de los Patos (el paso más largo) e iba recaudando información permanentemente, pero solo en su cabeza. No quería correr riesgos de ser encontrado con papeles y mapas que sirvieran como pruebas en su contra. Llegó a Santiago; allí lo esperaban autoridades españolas, a quien les mostró la Declaración de Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Obviamente, el mensaje no cayó bien en la cúpula española y el enviado fue devuelto rápidamente, y por el camino más corto: el paso de Uspallata. El objetivo (en supremo secreto) estaba cumplido.
Los mapas que trazó luego de este viaje fueron fundamentales para el cruce andino que el Ejército de los Andes realizó a Chile. Es más; en el heroico triunfo patriota de Chacabuco (12 de febrero de 1817), fue Álvarez Condarco quien no solo tuvo una actuación destacadísima, sino que además le aconsejó a San Martín donde era el lugar estratégico más conveniente para llevar adelante el enfrentamiento teniendo en cuenta las características del terreno que mejor beneficiaria al ejército libertador.
Lealtad e ingratitud extrema
Otra nota poco conocida fue que cuando San Martín intentó volver en 1829 al Río de la Plata, en medio de una situación interna muy conflictiva, fusilamiento de Dorrego mediante. El que estuvo junto al General en el barco (del cual San Martín nunca bajó) fue José Antonio Álvarez Condarco. Era otro tiempo muy distinto al de aquella Mendoza de la preparación de la épica gesta libertadora. Lo que no había cambiado fue la lealtad de Condarco y el afecto de San Martín. De ahí en más, San Martín ya no volverá a estas tierras, partiendo nuevamente al exilio para morir en 1850.
Mientras tanto, Condarco no correrá mejor suerte. Retornó a Chile una vez lograda la independencia y vivió allí enseñando matemáticas. Su condición de “antirrosista” hizo que no pudiera regresar a la patria. Murió en Chile en 1855.
Sus restos nunca pudieron ser repatriados porque al morir en la más miserable pobreza terminaron en una fosa común cuando se produjo la remodelación del Cementerio General de Santiago donde estaba enterrado y nadie reclamó por él en aquel momento. Condarco murió solo, pobre, triste, exiliado y olvidado.
Lamentablemente, cuando repasamos nuestra historia, observamos hechos y circunstancias absurdas e incomprensivas. Repetidas y muy injustas. ¿Cómo pudimos ser tan ingratos con estos patriotas y somos tan condescendientes con atorrantes (por no agregar otro epíteto) que se burlan de nosotros en la cara? Exhibir estas notas, del pasado y del presente, es la función por la cual puede resultar necesario contar historias. Es una forma de aprender de los errores y repensar la senda para el futuro. Advertir y estimular a la reflexión venidera, porque si no la historia seguirá siendo siempre la maestra que se va quedando cada vez con menos alumnos, mientras los sinvergüenzas seguirán haciendo de las suyas. Como, por ejemplo, ignorar al compadre de San Martín: “un tal Condarco”, como lo recomendó Las Heras.
Fuente: mdzol.com por Gustavo Capone