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31 de julio, San Ignacio de Loyola: Fundador de la Compañía de Jesús

Cada 31 de julio la Iglesia Católica celebra la fiesta de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, orden religiosa que desempeñó un papel decisivo en la Reforma Católica -también llamada Contrarreforma- de los siglos XVI y XVII.

Los miembros de la Compañía -cuyo primer General fue Ignacio- son conocidos como “jesuitas”, y hoy continúan trabajando vinculados al mundo de la educación y la cultura.

San Ignacio de Loyola ejerce muchos patronazgos, de muy variada índole. Se le considera, por ejemplo, patrono de los ejercicios espirituales, los retiros y las jornadas de conversión o meditación; y, al mismo tiempo, es patrono de quienes integran el ejército o las fuerzas armadas.

Maestro del discernimiento

Este gran santo es uno de los grandes maestros del “discernimiento de espíritus” (la capacidad de encontrar la voz del Espíritu de Dios en los detalles o situaciones de la vida cotidiana) y aquél que imprimió un carácter novedoso a los “ejercicios espirituales”, práctica característica de la tradición cristiana.

La espiritualidad que desarrolló Ignacio ha inspirado la génesis y el crecimiento de numerosas familias espirituales, de las más diversas iniciativas y obras dentro de la Iglesia. De la misma manera, la ha provisto de misioneros, educadores y evangelizadores por siglos, en todo el mundo. Como se sabe, el mismo Papa Francisco se cuenta entre los hijos de San Ignacio.

“Tomad la armadura de Dios” (Ef 6, 11)

Íñigo (Ignacio) López de Loyola nació en Azpeitia, País vasco (España), en 1491. Desde corta edad quiso ser militar y, ya como tal, llegó a participar de la Batalla de Pamplona, donde fue herido.

Posteriormente abandonó las armas para hacerse servidor de la Iglesia. Su conversión se produjo tras haber leído la “Vida de Cristo”, del cartujo Ludolfo de Sajonia, así como el “Flos sanctorum”. Ambas lecturas lo dejaron impactado y, de manera especial, la segunda lo volcó sobre la vida de los santos y el llamado de Cristo a que todos alcancen la santidad.

Ignacio se cuestionaba: «¿Y si yo hiciera lo mismo que San Francisco o que Santo Domingo?». Sobre su proceso de conversión, San Juan Pablo II dijo: “Ignacio supo obedecer cuando, en pleno restablecimiento de sus heridas, la voz de Dios resonó con fuerza en su corazón. Fue sensible a la inspiración del Espíritu Santo».

Por gloria de Dios

«Ad Maiorem Dei Gloriam» -en latín, «para mayor gloria de Dios»- es, quizás, el lema con el que mejor se identifica al fundador de los jesuitas. Sin embargo, muchos otros tesoros pueden extraerse de sus textos o dichos. Las palabras de San Ignacio poseen una fuerza especial para encender las mentes y los corazones: “Ruégale a Dios por todos los que como tú deseamos extender el Reino de Cristo, y hacer amar más a nuestro Divino Salvador”.

Ejercicios espirituales

Entre sus escritos más importantes destaca los “Ejercicios espirituales”, conjunto de meditaciones desplegadas de forma ordenada para que la persona se encuentre consigo misma y con Dios actuando en su vida. Los Ejercicios son un auténtico pilar de la espiritualidad moderna.

En una oportunidad, el Papa Pío XI, haciendo referencia a esta obra, indicó que el método ignaciano de oración «guía al hombre por el camino de la propia abnegación y del dominio de los malos hábitos a las más altas cumbres de la contemplación y el amor divino».

La vocación del jesuita

El Papa Francisco, primer Pontífice jesuita de la historia de la Iglesia, al celebrar la fiesta de su fundador en 2013, hizo una reflexión en torno al lema que identifica a la Compañía: «Iesus Hominum Salvator» (Jesús, Salvador de los hombres). El Papa reflexionó sobre el sentido de aquellas palabras, recordando a sus hermanos jesuitas que están llamados a tener siempre como centro a Cristo y a la Iglesia, a quienes se han obligado a servir.

San Ignacio murió en Roma el 31 de julio de 1556. El Papa Paulo V lo beatificó en 1609, y fue canonizado por Gregorio XV en 1622. Hoy, sus restos reposan en la Iglesia de Gesù en la Ciudad Eterna.

El legado y testimonio, siempre actuales, de Ignacio de Loyola ha regalado incontables frutos de santidad por los que todo católico debe estar agradecido.

Si quieres saber más sobre San Ignacio de Loyola, puedes leer el siguiente artículo de la Enciclopedia Católica: https://ec.aciprensa.com/wiki/San_Ignacio_de_Loyola.

Sobre la espiritualidad ignaciana: https://ec.aciprensa.com/wiki/Abandono_y_espiritualidad_ignaciana

Ejercicios espirituales: https://ec.aciprensa.com/wiki/Ejercicios_Espirituales_de_San_Ignacio

9 datos que quizás no sabías sobre la vida de San Ignacio de Loyola

Con motivo de la fiesta litúrgica de San Ignacio de Loyola, que la Iglesia Católica celebra el 31 de julio, te presentamos algunos datos sobre la vida y obra del fundador de la Compañía de Jesús, llamados “jesuitas”, y creador de los ejercicios espirituales.

1. Perteneció a la nobleza

San Ignacio nació en el castillo de Loyola, en Guipúzcoa, al norte de España. Fue bautizado con el nombre de Iñigo de Loyola, y después de estudiar en París (Francia), tomó el nombre de “Ignacio”. Los padres del santo pertenecían a antiguas familias nobles del País Vasco.

2. Antes de su conversión, tenía una vida libertina

En el siglo XVI, la situación sociopolítica era sumamente violenta en el País Vasco, ubicado al límite con Francia. Como algunos nobles de la época, Ignacio era conflictivo, violento y vivía una sexualidad irresponsable.

Antes de convertirse al catolicismo, el santo era un soldado español con antecedentes policiales relacionados a peleas nocturnas.

3. Casi muere en una batalla

En el año 1519, cuando tenía 28 años, San Ignacio exigió que su pequeño grupo de soldados luchara contra 12 mil tropas francesas en Pamplona, ​​España.

Durante la batalla, recibió una bala de cañón en las piernas, que le destrozó una de sus extremidades y dañó gravemente la otra. Sus heridas lo obligaron a pasar un largo período de recuperación en la casa familiar Loyola, tiempo en el que cambió su vida para siempre.

4. Se convirtió leyendo libros espirituales

Durante su convalecencia, el santo leyó textos sobre la vida de Cristo y los santos y decidió imitarlos. Una noche se le apareció la Virgen María con Cristo y desde entonces decidió servir a Dios.

Un dato curioso es que el santo copió pasajes de la vida de Cristo y de los santos: las palabras de Jesús fueron escritas en color rojo y las de su Santísima Madre en color azul.

5. La congregación de San Ignacio iba a llamarse la “Compañía de María”

Después de su conversión, la Virgen se le apareció hasta en treinta ocasiones. Debido a ello, en un inicio San Ignacio quiso llamar “la Compañía de María” a la hoy llamada “Compañía de Jesús”.

Al recuperarse de sus heridas, el santo peregrinó al famoso Santuario de la Virgen de Monserrat, donde se propuso hacer penitencia por sus pecados: cambió sus lujosos vestidos por los de un pordiosero, se consagró a la Virgen Santísima y se confesó.

6. Vivió como un mendigo

Durante su vida, San Ignacio reflexionó mucho sobre los “espíritus”: los espíritus que conducen a Dios y los espíritus nacidos del diablo. Esta inquietud lo estimuló a vivir lo que llaman los historiadores un período de peregrinación, un tiempo en el que decidió renunciar a los placeres mundanos y vistió un sayal y zapatos con suela de cuerda.

7. Quiso convertir a los musulmanes

Luego de terminar de escribir los ejercicios espirituales, San Ignacio declaró que “¡Dios quiere que convierta a los musulmanes!”. Así que viajó a Tierra Santa en 1523 y predicó el Evangelio en las calles por un año. Luego, regresó a España y estudió latín, lógica, física y teología.

8. Sus compañeros fueron llamados “diablos”

Un historiador inglés en el siglo XIX llamó los “Siete Diablos Españoles” a los primeros seis compañeros que tuvo San Ignacio en la Compañía de Jesús, fundada en 1540.

Sus compañeros, que no eran todos españoles, conocieron a San Ignacio durante sus estudios en París, y se reunieron en Roma para ser parte de la Compañía de Jesús. En menos de un siglo, San Ignacio y San Francisco Xavier, uno de los seis compañeros, fueron canonizados.

9. Al morir el santo, ya existían miles de jesuitas

San Ignacio vivió sus últimos años en una pequeña habitación en Roma. Desde allí lideró la Compañía de Jesús y fue testigo de su crecimiento: de solo 6 jesuitas en 1541 pasaron a 10 mil en 1556, el año de su fallecimiento. Los jesuitas se expandieron por toda Europa, India y Brasil durante esos años.

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