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Un día como hoy nacía Julio Cortázar: compartimos algunos de sus cuentos cortos

La historia de Cortázar se inició en Bruselas, Bélgica, cuando su padre, realizaba un servicio diplomático en Europa. Tras una niñez marcada por el abandono de su progenitor, al viajar a Argentina su madre María Herminia lo introdujo a la literatura por medio de la obra de Julio Verne, escritor a quien admiró toda su vida.

En la década de los 30, publicó un libro de sonetos titulado Presencia, primer paso en una carrera literaria que combinó con la docencia, ya que impartía clases en la Universidad de Mendoza, la cual abandonó por la presión del régimen de Juan Domingo Perón y decidió viajar a Francia, donde vivió y trabajó el resto de su vida.

Mientras permaneció en Europa, se dedicó a escribir una extensa colección de obras como Bestiario y Las Armas Secretas. Sin embargo, su obra más celebrada fue Rayuela, cuya inusual estructura ganó el reconocimiento de críticos ya que invita al lector a seguir la historia no lineal de Horacio, su protagonista.

Otro de los aspectos por los que se recuerda a Cortázar es como uno de los fundadores del ‘boom latinoamericano’, en el que se difundió una nueva corriente de literatura, poesía y crítica, donde participaron figuras como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges y Mario Vargas Llosa.

Falleció en París el 12 de febrero de 1984 a los 69 años de edad.

Algunos cuentos cortos de Julio Cortázar

Aplastamiento de las gotas

«Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol. Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós».

‘Historia verídica’

«A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto. Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora».

‘Instrucciones para llorar’

«Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos».

‘Página asesina’

«En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere».

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