Mirar sus ojos negros me producía un escalofrío especial, nunca estaba segura de que si era por algo bueno o malo, pero no tardaría en saber… sólo bastaba con ver sus labios. Si en ellos se dibujaban una línea curva hacia arriba y se le formaban hoyuelos juguetones en los pómulos me quedaba tranquila porque había tenido un buen día y quería compartirlo conmigo, por lo cual le movía mi colita, levantaba las orejas, daba saltitos de alegría y unos pocos ladridos esperando mi comida y el momento de acurrucarnos en el sillón para escuchar la radio o ver televisión…
Si en cambio sus labios se mostraban fruncidos, el entrecejo endurecido y daba un suspiro casi exasperante al verme, sólo me iba a un rincón, evitaba todo tipo de ruido y esperaba que su enojo se pasara un poco para ver si me daba comida… no quería que volviera a golpearme, no quería, la última vez había sangrado por mi hocico y ni siquiera se había acercado para ver cómo estaba….
Pasaron varias semanas y sus labios fruncidos y entrecejo endurecido no cambiaban, yo casi no comía y ya me había pegado bastante en ese tiempo… un día dejó la puerta entreabierta y sin pensarlo decidí escapar, era mi oportunidad, ya no soportaba más su actitud, y si bien a veces me pedía perdón, siempre volvía golpearme y yo quería volver a ser la de antes…
Y me fui, sin mirar atrás, sin arrepentimiento, sabía que un lugar mejor habría para mí… la vecina de enfrente me vió, sintió lástima de mi aspecto y no dudó en cuidarme un tiempo hasta recuperarme. Una tarde vino su nieta de visita, jugamos mucho juntas y volví a mover mi colita de alegría… sus papás decidieron adoptarme y estallé de felicidad saltando y ladrando cómo nunca lo hice antes… Yo sabía que había un lugar mejor para mí… Ojalá todos los que lo necesiten lo encuentren, sin remordimientos, sin culpas y sin mirar atrás….
