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Marisol y Martín, un secreto y una verdad

Martín preparó la cena con mucho esmero, había un exquisito olor a comida casera en el humilde y acogedor monoambiente que alquilaba con mucho esfuerzo. Esperaba ansioso a Marisol para festejar su primer año de noviazgo. Era la primera vez que iba a su hogar, ya que siempre la anfitriona era ella en el lujoso departamento que le había regalado su papá.


Marisol había tenido un muy mal día, nada le había salido como quería, no pudo desayunar porque se había quedado dormida, en la facultad discutió con un profesor porque no le había aprobado el parcial con 10, sino con un 9 y se le había partido una uña intentando hacer un postre para Martín, por lo cual terminó comprando un cheesecake en la confitería.

Tocó la puerta tratando de cambiar la energía y sonreírle al hombre de su vida, Martín le dio la bienvenida a su lugar, pidiéndole disculpas por el poco espacio y demás cosas. Marisol lo calló con un dulce beso, un -Feliz aniversario amor- y entregándole perfectamente envuelto el postre para después de la cena.

Se sentaron en las banquetas para comer en la barra de la pequeña cocina, Martín sirvió el vino, brindaron mirándose a los ojos con los vasos y Marisol no pudo evitar hacer una mueca ínfima de desagrado, pero que su amado notó al instante…

– ¿Otra vez esa mueca? Siempre la haces cuando algo de mí no te gusta.

– Perdón amor, no me di cuenta… sabés que le puedo pedir a mi papá unas lindas copas de cristal de la bodega para que tengas, el vino sabe mucho mejor así… también podemos traer otra vajilla, algo que combine… poner todo lindo…

– Sólo te importa lo lindo, que todo este como a vos te gusta… la señorita linda a la que
papá le da todo…

– No metas a papá, me incomoda… mejor cenemos, celebremos nuestro amor… prometo portarme bien… o mal de otra manera- se acercó a Martín y lo volvió a besar

– Te das cuenta siempre te quedas con la última palabra… -Marisol suspiró mirando hacia arriba y decidió no decir algo de lo que se podía arrepentir.

Cenaron casi en silencio, midiéndose con las palabras para no lastimarse mutuamente, definitivamente no era la noche que ninguno había planeado. Desde que se conocieron por casualidad en un recital en el que Martín era uno de los acomodadores y Marisol invitada especial, ya que la bodega de su papá era sponsor, no se separaron más a pesar de sus múltiples diferencias sociales sobre todo. Aunque de vez en cuando ésas diferencias se hacían notar y alguno de los dos tenía que ceder para no pelear y lastimarse.

Y ahora estaban en ese momento de ver quién de los dos cedía… los dos levantaron la mirada a la vez teniendo la intención de decir algo, ante la coincidencia rieron juntos y sus miradas volvieron a encontrarse como la primera vez.

Marisol se levantó de la banqueta, se acercó a Martín por detrás, comenzó a masajearlo desde
los hombros y besarlo suavemente, como jugando por el cuello…


-No me gusta que discutamos por pavadas, te quiero a vos, nos quiero a los dos juntos…
Martín se iba relajando y se iba moviendo despacio, al ritmo de las caricias de su amada, se fue
girando hasta tomar el rostro de Marisol con sus manos y besarla… ella se alejó un poco, puso
música desde su iphone y comenzó a bailar e improvisar un sensual streptease a su novio.

– Eso es chiquitita de papá… bailame así… me gusta mi nenita…

Marisol se detuvo en el instante al oír esas palabras, su cara se desfiguró, se puso blanca como
un papel y comenzó a llorar desconsoladamente…

Martín se asustó mucho, se acercó a ella, intentó abrazarla pero ella de un salto se le escapó
de los brazos y entre sollozos y gritos le dijo:

-No me toques, no me hables así… nunca más me días algo semejante… no soy tu chiquitita…
no soy tu nenita… no sos mi papá… mi pa…

Lo dijo de una manera tan angustiante y entre cortada que Martín no sabía qué hacer…

-Por favor decime qué pasó, cómo te ayudo…

Marisol estaba sentada en un rincón sobre el piso, temblaba como una hoja, lloraba con la cabeza entre las piernas y los brazos alrededor de ellas. Luego de unos minutos Martín se impacientó y volvió a hablar…

-Te pones como una nena caprichosa, la nenita de papá…

Marisol levantó su cabeza, tenía una cara de odio que Martín nunca había visto, ella se levantó con furia, agarró un adorno de una mesita y se abalanzó sobre su novio con toda la intención de pegarle, de lastimarlo… se frenó justo a tiempo, pero con toda esa energía le gritó:

-No lo metas en esto, no lo nombres, no soy su nenita… nunca lo fui…

-Perdón- alcanzó a modular Martín y Marisol volvió a cortarle en seco…

-No digas perdón… el siempre lo decía después de…

-¿Después de qué?

-Después de… después de… tocarme…

-¿Tocarte?

-Me despertaba a la medianoche, mientras todos dormían… me pedía que le bailara… yo era
una nena… me decía chiquita de papá… mi nenita… me tocaba…

Martín se fue acercando a ella, de a poco la iba abrazando y Marisol tomaba fuerzas para
continuar hablando…

-Yo lloraba mientras me lo hacía, el me pedía perdón cuando terminaba, me quería ir pero mi
mamá nunca me creyó… ella se fue sin mí… estoy segura que él la amenazó con algo… Él
compró mi silencio con regalos, caprichos de nena…

-Pero podes hacer algo más ahora…

-¿Y perder mi auto, mi departamento, la facultad?, me lo va a quitar todo…

-Estás conmigo ahora…

-Estamos juntos para mantenerme callada… ¿te crees que le gusta qué seas mi novio?

-Claro, soy poca cosa, ¿no? ¿Estás conmigo como un capricho más o cómo una venganza
contra él?

-No digas pavadas… yo te quiero… quiero estar con vos…

-Si me querés, si me amás como decís te tenés que quedar conmigo, no te vayas, no salgas por
esa puerta…

Marisol se alejó de él, se limpió la cara como pudo, se arregló la ropa y sin mirarlo a los ojos le dijo:

-Tengo mucho que pensar, que resolver… no me puedo quedar… Pero vos también tenés cosas
por hacer, no es bueno que siempre te creas menos y no hagas nada por cambiarlo.

Los dos lloraron tras cerrarse la puerta… meses después se encontraron por casualidad en un
recital… sin hablar los dos sonrieron y se abrazaron, al separarse Martín le mostró su entrada,
ya no era el acomodador. Marisol le mostró la suya, no era invitada especial a pesar de que la
bodega de su papá era sponsor. Se tomaron de la mano y salieron juntos, para no volver a
separarse más.


Ambos habían cambiado, ya no eran los mismos, se habían independizado finalmente, Martín
ya no tenía problemas económicos y podía disfrutar de los beneficios de un buen trabajo.
Marisol también disfrutaba de ganarse por sí sola las cosas, y lo más importante había podido
sacarse su fantasma del pasado, después de hacer terapia denunció a su papá cuando pudo y
la justicia se encargaría de lo demás.

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