7 de mayo es el Día del Taxista y hace muchos años escribí un relato referido de algún modo a ellos, el relato se perdió en un viejo blog de Messenger o Hotmail, pero trataré de reeditarlo por aquí, un pequeño saludo y homenaje a todos los taxistas que muchas veces tomamos con mis amigas en la adolescencia.
Hermosas y enamoradas adolescentes, listas y preparadas para “la cita” con el amor de su vida, de ese momento al menos, lugar elegido el centro mendocino, sin calle Arístides aún, o el Cine Universidad, el parque también…
Llegamos con mil ilusiones de pasar una noche ideal, porque no romántica también, el chico bello e ideal nos esperaba en el lugar indicado, charla, comida, bebidas, algún que otro roce de las manos, algún beso robado, gran momento, tal cual lo imaginábamos y deseábamos tener…
Caminata por las calles de la mano de nuestra cita, esperando que no se termine nunca ese momento para guardarlo en el mejor lugar de nuestros recuerdos… hasta que…
Él se para delante, toma nuestras manos, nos mira a los ojos y nos pregunta: -¿Te volvés en taxi? Y nosotras lo miramos, con el corazón roto por dentro pero sin que él lo note, -Sí, en la otra cuadra hay una parada. – Te acompaño…
Y el corazón continúa haciéndose trizas, porque no queríamos que la noche terminara, mucho menos volver en solas en taxi a casa… Pero allí estamos regresando a casa solas, con una tristeza en el alma que no nos dejará dormir y una lágrima solitaria recorriendo nuestra mejilla en un taxi y con un taxista de testigo…
