Crimen de la galería Tonsa: la historia de un asesinato que fue resuelto en tiempo récord



Lo que comenzó con una investigación por una desaparición terminó en una condena en tiempo récord. El viernes pasado, Vladimir Cristian Cayo fue condenado a 20 años de prisión por asesinar a Jesús Lucero en su local de la galería Tonsa a principios de diciembre. Con la investigación cerrada, ahora se conocieron más detalles sobre el móvil del crimen en Ciudad, el arma homicida y un pedido de disculpas que fue aceptado.
En la mañana del viernes pasado, a dos semanas de haber sido detenido, Vladimir Cayo reconoció públicamente que fue la persona que el 7 de diciembre de 2023 apuñaló a Jesús Lucero en su local de venta de celulares en la galería Tonsa, que llevó el cadáver hasta Los Corralitos y que allí lo enterró. Se realizó un juicio abreviado donde su abogado Martín De Olano y el fiscal Carlos Torres pactaron una pena de 20 años de prisión, cercana a la máxima que contempla la Ley para la figura de homicidio simple.
En esa audiencia el joven asesino dijo sus únicas palabras en el expediente. Se trató de un pedido de disculpas a la familia de Jesús Lucero: «Quiero pedirle perdón a la familia. Les doy mis condolencias. Estoy muy arrepentido de lo que hice». La madre de la víctima fatal le contestó minutos después: «Acepto la disculpa de este chico. Seguramente para su familiar también es doloroso todo esto».
El móvil de un crimen inesperado
Vladimir Cayo desde hace un tiempo había alquilado el local 63 de la galería Tonsa para emprender con un negocio de venta y reparación de teléfonos celulares. En el comercio también trabajaba una empleada, de nombre Micaela, con quien comenzaron a tener un vínculo amoroso además. La relación fue creciendo y hasta comenzaron a convivir, junto a la madre de la chica, en la casa de Cayo ubicada en Los Corralitos, Guaymallén. Si bien habían intentado hacerlo en el mismo local donde finalmente terminaría ocurriendo el crimen, los administradores de la galería Tonsa le negaron la posibilidad de utilizar un inmueble comercial como vivienda.
Al revés de lo que se creía al principio de la investigación, Jesús Lucero fue quien se sumó al triángulo amoroso. Fuentes vinculadas a la pesquisa detallaron que este joven solía frecuentar el local comercial para hacer averiguaciones sobre precios de teléfonos celulares o sobre reparaciones. Micaela comenzó a tener una relación con él y sostuvo las dos parejas en simultáneo.
Todo se comenzó a desmoronar cuando fue la propia madre de la chica quien un día la sentó en una mesa junto a Vladimir Cayo y la obligó a contarle la verdad a este último. La relación se disolvió, pero Micaela y su madre se fueron a vivir con Jesús Lucero a una propiedad ubicada en Palmira. Incluso allí pasó su última noche la víctima fatal.
En las primeras horas de la tarde del 7 de diciembre, Jesús Lucero eligió por decisión propia ir hacia el local de Vladimir Cayo. Lo que hablaron o discutieron esa última vez seguirá siendo un misterio. Lo concreto es que el comerciante tomó un cuchillo que tenía siempre guardado para defensa personal y le asestó varias puñaladas a la víctima fatal -el arma homicida nunca fue hallada-. Horas después, cerca de las 21, sacó el cadáver envuelto en una bolsa de consorcio hacia la vereda con ayuda de un arbolito de la galería Tonsa. Llamó a un chofer de Uber, cargó el cuerpo en el baúl y lo trasladaron hasta Los Corralitos donde lo dejó enterrado. Si bien todavía resta dilucidar este punto, los pesquisas creen que los colaboradores del asesino no sabían que dentro de la bolsa había un cadáver.
En las horas siguientes, Vladimir Cayo utilizó un bidón con lavandina y una mopa para limpiar las manchas de sangre dentro de su local de la galería Tonsa. Algo que no logró con total efectividad ya que días después, tras su detención, la Policía Científica encontró rastros hemáticos en el lugar.
Muy buena información