Típico día de verano, una siesta de calor intenso, el aire acondicionado de la habitación sin poder funcionar y sin los niños porque sus abuelos los llevaron a pasear… la mejor opción que vieron fue ir a la pileta de lona bajo el parral del patio.
Se prepararon un buen trago bien helado y a disfrutar de un momento especial solos, momento siempre postergado que por fin podían tomarse…
Se metieron en la pileta, ayudándose con los flotadores se pusieron cómodos, brindaron, tomaron sus tragos, se abrazaron y besaron muy dulcemente y de pronto escucharon un ruido estrepitoso. Al segundo su perrito sollozaba de dolor, Martín salió de la pileta a regañadientes, divisó el problema, el pequeño había quedado atrapado bajo unas maderas caídas…
Volvió la pileta, Ana había puesto música suave y estaba preparando nuevos tragos… volvieron a entrar en el clima que estaban, hasta que el teléfono sonó, un número equivocado que mejor olvidar…
Nuevamente en la pileta, dispuestos a vivir su rato aunque sea… y el portón se abrió, la cara larga de los abuelos por el auto roto, los cuatro niños metidos de un salto en la pileta con sus padres… y ellos ya agrandando un día para ellos solos en un lindo lugar…
