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Él y yo… la mejor noche de verano

Nos reencontramos en el casamiento de unos amigos en común, que ni siquiera sabíamos que teníamos, lo ví llegar con su traje de color azul y el jardín en el que estábamos se iluminó más de lo pensado, las velas parecieron resplandecer a cada paso suyo.

Hacía años que no lo veía y lo que alguna vez fue un amor adolescente, más bien preadolescente, se convirtió en un deseo imparable para mí.

Se acercó a saludarme, rozó levemente sus manos en mis brazos y sentí que todo alrededor ya no importaba, su sonrisa y su mirada me transportaron a otra dimensión… hacía tiempo que no sentía algo así.

Estábamos los dos solos, así que nos hicimos compañía durante la recepción esperando la llegada de los novios, charlamos, nos pusimos al día, fue un caballero todo el tiempo, reíamos juntos y recordamos mil anécdotas de cuando éramos apenas unos niños y jugar al semáforo o verdad consecuencia en la verada de casa era el mejor plan para una noche de verano.   

Y aquí estábamos en una nueva noche de verano, juntos, haciéndonos compañía y moría de ganas de hacer lo que nunca me animé antes:  llevarlo detrás de un árbol y robarle un pico aunque sea.

La noche iba pasando, los tragos también, los roces sin querer se sucedían cada vez más y bailar juntos canciones que de los bailes escolares nos acercaron más y entonces sentí que no sólo yo tomaba temperatura ante semejante marco.

En un momento, casi sin darme cuenta, sin recordar quién tomó la iniciativa, estábamos detrás de un árbol besándonos y era mucho más que un pico, era un beso que iba tomando temperatura de a poco, un beso que habíamos deseado y nunca se había dado hasta ahora, un beso soñado en un viaje de egresados, en el patio de la escuela y en noches de verano.

Nuestras manos también eran parte y nos tocábamos, nos buscábamos, reconocíamos nuestros cuerpos, el deseo imparable de los dos nos llevó a dejar la fiesta intempestivamente, no podíamos seguir allí así y que nos descubrieran en medio de una hermosa calentura.

Fuimos a su departamento, pero en el camino no dejamos de jugar, bebotearnos, tocarnos y prometernos una noche muy especial de verano, una que nos reencontraría juntos, una que no olvidaríamos.

En el ascensor ya no nos contuvimos, lo besaba en el cuello mientras él corría mi ropa interior desde el tajo de mi vestido verde y se hundía en mi interior, y mis gemidos comenzaban a no parar durante toda lo noche…

Tomamos una copa de vino al entrar a su departamento, con un gran ventanal con vista a la precordillera y una luna llena que nos iluminaba desde arriba. Él se puso detrás mio, dejaba caer gotas de vino en mi cuello y con sus labios las recogía una a una, incendiándome más y más…

Me di vuelta, lo besé nuevamente, él desabrochaba mi vestido y yo me deshacía de su camisa botón por botón, tocaba su pecho y sentía su existo perfume… ya desnudos en la cama hicimos el amor, o sólo sexo de una manera increíble, era cómo si nuestros cuerpos se conocieran de siempre, sabíamos exactamente cómo y que nos gustaba, llegar al climax en diferentes posiciones, sentirme libre de hacer lo que quisiera y dejarlo a él también fue un viaje interminable e imparable…

El amanecer nos encontró con ganas de más y fue el más dulce de los despertares, no sé si fue sólo por una noche de verano, no sé si nos reencontraremos en alguna otra noche, pero sin dudas fue la mejor noche de verano de mi vida.

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